La luz permite ver. La acción de ver no sólo sirve para ubicarnos en el espacio, y para comprender cuanto nos rodea. También nos permite admirar la belleza que nos circunda y gozar con la presencia que se sugiere a través del símbolo.
Jesús es la luz del mundo que ilumina nuestras tinieblas. No sólo nos permite comprender las claves intrínsecas de nuestra existencia como hijos de Dios, llamados a gozar eternamente en su presencia; sino que también nos permite admirar su inexpresable belleza, y gozar en su gloriosa presencia.
La luz de Cristo resucitado es nuestra luz, y en su luz, que es el Espíritu, vemos la luz del Padre, luz gloriosa y fuente de paz, luz llena de vida y de amor.
Un monje