¡Cómo desbordan amor
tu cabeza caída,
tus manos extendidas,
tu pecho abierto en la Cruz, oh Cristo!
Hijo de Dios,
que viniste a rescatar a los descarriados,
a los ya rescatados no los condenes.
¡Escucha el clamor de los que te llaman
desde este valle de lágrimas,
buen Jesús!
No tengas en cuenta
la enormidad de los pecados;
a tu corazón herido te lo pedimos,
Dios de clemencia.
Liturgia del Viernes Santo
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