martes, 18 de mayo de 2010

El Espíritu Santo, fuente de santidad.


¿Quién, habiendo oído los nombres que se dan al Espíritu, no siente levantado su ánimo y no eleva su pensamiento hacia la naturaleza divina? Ya que es llamado Espíritu de Dios y Espíritu de verdad que procede del Padre; Espíritu firme, Espíritu generoso, Espíritu Santo son sus apelativos propios y peculiares.

Hacía él dirigen su mirada todos los que sienten necesidad de santificación; hacia él tiende el deseo de todos los que llevan una vida virtuosa, y su soplo es para ellos a manera de riego que los ayuda en la consecución de su fin propio y natural.

Él es la fuente de santidad, luz para la inteligencia; él da a todo ser racional como una luz para entender la verdad.

San Basilio Magno
Libro sobre el Espíritu Santo 9, 22

lunes, 17 de mayo de 2010

En la Ascensión del Señor, ante el Pantocrator de Carrión




Ya no estás, Señor, con nosotros. Desde el día en que sacaste a tus discípulos a Betania y, después de bendecirlos, fuiste llevado al cielo, ya no hemos podido verte más sobre la tierra. Desde entonces, la fe ha sustituido a la visión, y el misterio a la presencia. Te tenemos en la Escritura, te tenemos en los Sacramentos, pero es tu Espíritu Santo quien  nos acompaña por el camino de este mundo, no tu vara y tu cayado de buen pastor.

Señor Jesús, rey de eterna gloria y majestad, no nos dejes desamparados. Sabemos que no somos dignos de ti. Pero, Señor, no permitas nos hundamos en los afanes de este mundo, sino permítenos elevarnos contigo hasta la presencia de Dios, nuestro Padre.

Que tu Espíritu Santo nos guarde en la unidad, con el vínculo del amor, y que venzamos las asechanzas del pecado, que nos arrastra por el suelo y no nos permite elevarnos contigo a lo alto.

Un monje