jueves, 22 de julio de 2010

En tu luz vemos la luz


La luz permite ver. La acción de ver no sólo sirve para ubicarnos en el espacio, y para comprender cuanto nos rodea. También nos permite admirar la belleza que nos circunda y gozar con la presencia que se sugiere a través del símbolo.

Jesús es la luz del mundo que ilumina nuestras tinieblas. No sólo nos permite comprender las claves intrínsecas de nuestra existencia como hijos de Dios, llamados a gozar eternamente en su presencia; sino que también nos permite admirar su inexpresable belleza, y gozar en su gloriosa presencia.

La luz de Cristo resucitado es nuestra luz, y en su luz, que es el Espíritu, vemos la luz del Padre, luz gloriosa y fuente de paz, luz llena de vida y de amor.

Un monje

martes, 20 de julio de 2010

Cristo, Supremo Señor de todo


Pasaste, Señor, por el mundo haciendo el bien. Iluminaste nuestra tiniebla con la luz de tu palabra. Tu sublime forma de vivir arrebató a los apóstoles, y todavía hoy nos sigue diciendo cómo podremos ser felices, lejos del tiránico dominio del afán de poder y de los deseos.

Pero todo ello, Señor, fue poco. No sólo nos enseñaste a vivir, sino que destruiste el poder de la muerte con la que te rechazamos con la fuerza del amor de Dios. El Espíritu Santo, señor y dador de vida, nos fue entonces enviado desde tu boca, cuando soplaste sobre los admirados apóstoles que no acababan de creer que estabas vivo. Tu resurrección es ya nuestra vida, y tu luz es la única fuerza digna de merecer confianza.

A ti sea la alabanza, Señor Jesucristo, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; junto al Padre y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Un monje