sábado, 30 de enero de 2010

La medida de amarte es amarte sin medida

¡Oh, Señor Jesús, qué gran suavidad en el amarte, cuánta tranquilidad en la suavidad, y cuánta seguridad en la tranquilidad! No yerra la elección del que te ama, pues nada hay mejor que tú; ni la esperanza falla, pues nada se ama con mayor provecho. No hay miedo a excederse en la medida, pues la medida de amarte es amarte sin medida. No cabe el temor a la muerte destructora de la amistad mundana, pues la vida no muere. En amarte no hay lugar a la ofensa, que no existe si no se desea más que el amor. No se insinúa suspicacia alguna, pues juzgas según el testimonio de tu propia conciencia. Aquí mora la suavidad, pues se excluye el temor. Aquí reina la tranquilidad, pues se mantiene a raya la ira. Aquí se goza de seguridad, pues se desprecia el mundo.

Beato Elredo de Rieval
Sermón sobre el amor de Dios

viernes, 29 de enero de 2010

El arrepentimiento



Salmo de David, después de su pecado con Betsabé

Miserere mei Deus,
secundum magnam misericordiam tuam.
Et secundum multitudinem miserationum tuarum
dele iniquitatem meam.
amplius lava me ab iniquitate mea,
et a peccato meo munda me.

Misericordia, Dios mío,
por tu inmensa compasión:
borra mi culpa,
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.




Cometiste el pecado, no le defiendas; acércate a confesarle, no a defenderle. ¿Te presentas como defensor de tu pecado?, serás vencido, pues no presentaste un abogado inocente; será perjudicial tu defensa. ¿Quién eres tú para defenderte? Solo eres idóneo para acusarte. No digas: no hice nada o qué crimen grave he cometido; o también: Otros lo hicieron.

Si, cometiendo el pecado, dices que no has hecho nada, nada serás y nada recibirás. Dios está dispuesto a concederte el perdón; tú te cierras la puerta. Él estás dispuesto a concedértele, no pongas el obstáculo de la defensa, abre el regazo de la confesión.

San Agustín de Hipona
Enarración sobre el Salmo 50, 13

jueves, 28 de enero de 2010

Santo Tomás de Aquino



¿Era necesario que el Hijo de Dios padeciera por nosotros? Lo era, ciertamente, y por dos razones fáciles de deducir: la una, para remediar nuestros pecados; la otra, para darnos ejemplo de cómo hemos de obrar.

Para remediar nuestros pecados, en efecto, porque en la pasión de Cristo encontramos el remedio contra todos los males que nos sobrevienen a causa del pecado.

La segunda razón tiene también su importancia, ya que la pasión de Cristo basta para servir de guía y modelo a toda nuestra vida. Pues todo aquel que quiera llevar una vida perfecta no necesita hacer otra cosa que despreciar lo que Cristo despreció en la cruz y apetecer lo que Cristo apeteció. En la cruz hallamos el ejemplo de todas las virtudes.

Si buscas un ejemplo de amor, nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos. Esto es lo que hizo Cristo en la cruz. Y, por esto, si él entregó su vida por nosotros, no debemos considerar gravoso cualquier mal que tengamos que sufrir por él.

Si buscas un ejemplo de paciencia, encontrarás el mejor de ellos en la cruz. Dos cosas son las que nos dan la medida de la paciencia: sufrir pacientemente grandes males, o sufrir, sin rehuirlos, unos males que podrían evitarse. Ahora bien, Cristo, en la cruz, sufrió grandes males y los soportó pacientemente, ya que en su pasión no profería amenazas; como cordero llevado al matadero, enmudecía y no abría la boca. Grande fue la paciencia de Cristo en la cruz: Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos, fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe: Jesús, que renunciando al gozo inmediato, soportó la cruz, despreciando la ignominia.


Si buscas un ejemplo de humildad, mira al crucificado: él, que era Dios, quiso ser juzgado bajo el poder de Poncio Pilato y morir.

Si buscas un ejemplo de obediencia, imita a aquel que se hizo obediente al Padre hasta la muerte: Si por la desobediencia de uno -es decir, de Adán- todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.


Si buscas un ejemplo de desprecio de las cosas terrenales, imita a aquel que es Rey de reyes y Señor de señores, en quien están encerrados todos los tesoros del saber y del conocer, desnudo en la cruz, burlado, escupido, flagelado, coronado de espinas, a quien finalmente, dieron a beber hiel y vinagre.

No te aficiones a los vestidos y riquezas, ya que se repartieron mis ropas; ni a los honores, ya que él experimentó las burlas y los azotes; ni a las dignidades, ya que le pusieron una corona de espinas, que habrían trenzado; ni a los placeres, ya que para mi sed me dieron vinagre.


Santo Tomás de Aquino
Conferencia 6 sobre el Credo

martes, 26 de enero de 2010

Los santos Abades Cistercienses


Hoy, los benedictinos nos unimos a nuestros hermanos cistercienses en el recuerdo de sus santos fundadores, tres monjes que vivieron hace unos novecientos años: Roberto de Molesmes (1098-1099); Alberico (1099-1109); y Esteban Harding (1109-1133).
Roberto, abad de Molesmes (diócesis de Langres, Francia), abandonó su monasterio acompañado de unos veinte monjes para fundar en la diócesis de Chalon el monasterio de Citeaux. En el Nuevo Monasterio se resaltó la separación del mundo, la pobreza, el trabajo manual y la austeridad de vida. Finalmente, la obediencia le condujo de nuevo al monasterio de Molesmes, del que había salido.
Dejó al frente de Citeaux a Alberico: era un hombre letrado, versado tanto en las ciencias divinas como en las humanas, amante de la Regla y de los hermanos. Fue el hombre cuyo espíritu fuerte salvó la joven fundación, de la que marcharon con Roberto la mayor parte de los fundadores.
Le sucedió el inglés Esteban Harding. De él cuenta la tradición cisterciense que era un varón de santidad excelsa, adornado con la gracia de todas las virtudes; hombre discreto, sabio y pacífico. Afluyeron las vocaciones, y se fundaron nuevas comunidades, ligadas al mismo espíritu de simplicidad y austeridad. De esta época procede el documento espiritual más importante del inicio del monacato cisterciense: la Carta de la Caridad.

lunes, 25 de enero de 2010

La Conversión de san Pablo


Me he aparecido a ti, precisamente,
para elegirte como servidor,
como testigo de que me has visto ahora
y de lo que te revele en adelante.
Te salvaré de tu pueblo y de los gentiles,
a quienes te envío para que les abras los ojos,
y se vuelvan de las tinieblas a la luz
y del dominio de Satánas a Dios;
para que, creyendo en mí,
obtengan el perdón de los pecados
y parte en la herencia de los consagrados.

Hechos de los Apóstoles 26, 16-18

No se equivocará quien designe el alma de Pablo como un prado de virtudes y un paraíso espiritual, pues ha florecido en gracia y ha manifestado la conducta espiritual propia de tal gracia. En verdad, el don del Espíritu lo invadió desde que comenzó a ser instrumento elegido, y fue purificado plenamente. Por eso, en nosotros, ha hecho brotar estos ríos maravillosos; no como las fuentes del paraíso, que eran sólo cuatro, sino mucho más numerosas y que fluyen todos los días: no es la tierra la que riegan, sino las almas de los hombres, estimulándolos a dar frutos de virtud.

San Juan Crisóstomo
Discurso 1 en Elogio al Apóstol San Pablo.

domingo, 24 de enero de 2010

Siete peticiones

Concédeme el espíritu de adoración, para que te reconozca en tu luz admirable como mi Dios y Señor.
Concédeme un amor tan abrasador como el fuego a mediodía, para que me una a ti por siempre sin reserva alguna.
Concédeme el espíritu de contemplación, para admirar la luz de tu gloria, emanada de tu divina persona.
Concédeme el silencio del corazón, para que todas mis potencias se centren en ti, y me olvide del torbellino de mis pensamientos y deseos.
Concédeme la pureza del corazón, para que nada sucio manche el templo en el que tu Espíritu viene a habitar.
Concédeme las lágrimas, para deplorar el pecado que me aparta de ti, y que desluce la imagen que imprimiste en mí al crearme.
Concédeme humildad, para que realmente camine hacia la sagrada montaña sobre la que manifestaste tu gloria.
Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.

Un monje

miércoles, 20 de enero de 2010

Oración por los difuntos del terremoto de Haití


Oh Dios, que resucitaste a tu Hijo para que,
venciendo la muerte,
entrara en tu reino,
concede a tus hijos difuntos que,
superada su condición mortal,
puedan contemplarte para siempre
como su Creador y Salvador.

domingo, 17 de enero de 2010

San Antonio, el primer monje

Entonces, muchos comenzaron a ir junto a Antonio, y otros, enfermos, se atrevieron a acudir. A todos los monjes que iban a visitarlo, les daba continuamente estos consejos:
Creer en el Señor, amarlo, guardarse de todo pensamiento impuro y de los placeres de la carne, y como está escrito en los Proverbios: No os dejéis seducir por la saciedad del vientre. Huir de la vanagloria y orar continuamente, recitar salmos antes y después de dormir, meditar los preceptos de las Escrituras y recordar las obras de los santos, para que el alma se conforme a su celo, recordando los mandamientos.
Les aconsejaba meditar continuamente la palabra del Apóstol: Que el sol no se ponga sobre vuestra ira. "Tened presente que estas palabras deben referirse a cualquier otro mandamiento, de manera que el sol no se oculte no sólo sobre la ira, sino sobre ningún otro pecado nuestro. Es bueno y necesario que el sol no nos condene por una mala acción cometida durante el día, ni la luna por nuestro pecado nocturno, ni por un simple pensamiento. Para obtener esto, es bueno escuchar al Apóstol y guardar sus palabras, pues ha dicho: Examinaos a vosotros mismos, probaos a vosotros mismos...."

San Atanasio de Alejandría
Vida de San Antonio

viernes, 15 de enero de 2010

Las Bodas de Caná


¿De dónde te viene todo esto, alma humana, de dónde te viene? ¿De dónde esa gloria tan inestimable como para merecer ser esposa de aquél al que los ángeles se asoman deseosos de verlo? ¿De dónde te viene todo esto, que él mismo sea tu esposo, cuya hermosura, deslumbra al sol y a la luna, y a cuya voluntad todo el universo se transforma? ¿Cómo pagarás al Señor todo el bien que te ha hecho, que seas su comensal, asociado a su reino, copartícipe de la alcoba, y que te lleve el Rey a su cuarto? Fíjate qué es lo que ya sientes de tu Dios, mira qué orgullosa estás de él; advierto cómo debes abrir los brazos de tu amor para corresponder al suyo y abrazar a quien tanto te ha apreciado; más aún, a quien te ha hecho tan grande.
Te ha formado de su propio costado en el momento en que descansó en la cruz y se entregó al sueño de la muerte. Por ti salió de Dios Padre, abandonó a su madre la Sinagoga y quiso que te juntaras con él para llegar a ser un solo espíritu con él. Tú, hija, escucha y mira; considera la enorme generosidad de tu Dios para contigo; olvida tu pueblo y la casa paterna. Despréndete de los afectos carnales; renuncia a tus hábitos mundanos; abstente de los vicios de antaño; olvídate de las costumbres perversas.

San Bernardo de Claraval
Sermón 2 en el Domingo I después de la octava de Epifanía, 3

jueves, 7 de enero de 2010

La Luz de Dios nos ha iluminado


La Luz de luz nos ha iluminado y ha consagrado este día, porque estaba oculta y se ha dignado revelarse al mundo para iluminar a todas las naciones. Pues en este día se reveló a los Caldeos por la señal de una nueva estrella, consagrando en sus orígenes la fe de las naciones. Hoy se ha revelado a los Judíos, no sólo por el testimonio de Juan, sino también por el del Padre y del Espíritu Santo, cuando al ser bautizado en el Jordán santificó el bautismo de todos. Hoy manifestó su gloria ante los discípulos, cuando al cambiar el agua en vino prefiguró aquel misterio inefable en el que por su palabra se cambia la sustancia de las cosas. Previendo el Espíritu todas estas apariciones de Dios para iluminar la fe de la Iglesia, se dirige a ella en la figura y en nombre de Jerusalén, diciendo: Levántate, resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz.

Guerrico de Igny
Sermón 2 en la Epifanía

lunes, 4 de enero de 2010

Epifanía


Veneremos este día santo, honrado con tres prodigios: hoy, la estrella condujo a los magos al pesebre; hoy, el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy, Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán para salvarnos. Aleluya.