domingo, 17 de enero de 2010

San Antonio, el primer monje

Entonces, muchos comenzaron a ir junto a Antonio, y otros, enfermos, se atrevieron a acudir. A todos los monjes que iban a visitarlo, les daba continuamente estos consejos:
Creer en el Señor, amarlo, guardarse de todo pensamiento impuro y de los placeres de la carne, y como está escrito en los Proverbios: No os dejéis seducir por la saciedad del vientre. Huir de la vanagloria y orar continuamente, recitar salmos antes y después de dormir, meditar los preceptos de las Escrituras y recordar las obras de los santos, para que el alma se conforme a su celo, recordando los mandamientos.
Les aconsejaba meditar continuamente la palabra del Apóstol: Que el sol no se ponga sobre vuestra ira. "Tened presente que estas palabras deben referirse a cualquier otro mandamiento, de manera que el sol no se oculte no sólo sobre la ira, sino sobre ningún otro pecado nuestro. Es bueno y necesario que el sol no nos condene por una mala acción cometida durante el día, ni la luna por nuestro pecado nocturno, ni por un simple pensamiento. Para obtener esto, es bueno escuchar al Apóstol y guardar sus palabras, pues ha dicho: Examinaos a vosotros mismos, probaos a vosotros mismos...."

San Atanasio de Alejandría
Vida de San Antonio

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