viernes, 15 de enero de 2010

Las Bodas de Caná


¿De dónde te viene todo esto, alma humana, de dónde te viene? ¿De dónde esa gloria tan inestimable como para merecer ser esposa de aquél al que los ángeles se asoman deseosos de verlo? ¿De dónde te viene todo esto, que él mismo sea tu esposo, cuya hermosura, deslumbra al sol y a la luna, y a cuya voluntad todo el universo se transforma? ¿Cómo pagarás al Señor todo el bien que te ha hecho, que seas su comensal, asociado a su reino, copartícipe de la alcoba, y que te lleve el Rey a su cuarto? Fíjate qué es lo que ya sientes de tu Dios, mira qué orgullosa estás de él; advierto cómo debes abrir los brazos de tu amor para corresponder al suyo y abrazar a quien tanto te ha apreciado; más aún, a quien te ha hecho tan grande.
Te ha formado de su propio costado en el momento en que descansó en la cruz y se entregó al sueño de la muerte. Por ti salió de Dios Padre, abandonó a su madre la Sinagoga y quiso que te juntaras con él para llegar a ser un solo espíritu con él. Tú, hija, escucha y mira; considera la enorme generosidad de tu Dios para contigo; olvida tu pueblo y la casa paterna. Despréndete de los afectos carnales; renuncia a tus hábitos mundanos; abstente de los vicios de antaño; olvídate de las costumbres perversas.

San Bernardo de Claraval
Sermón 2 en el Domingo I después de la octava de Epifanía, 3

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