lunes, 17 de mayo de 2010

En la Ascensión del Señor, ante el Pantocrator de Carrión




Ya no estás, Señor, con nosotros. Desde el día en que sacaste a tus discípulos a Betania y, después de bendecirlos, fuiste llevado al cielo, ya no hemos podido verte más sobre la tierra. Desde entonces, la fe ha sustituido a la visión, y el misterio a la presencia. Te tenemos en la Escritura, te tenemos en los Sacramentos, pero es tu Espíritu Santo quien  nos acompaña por el camino de este mundo, no tu vara y tu cayado de buen pastor.

Señor Jesús, rey de eterna gloria y majestad, no nos dejes desamparados. Sabemos que no somos dignos de ti. Pero, Señor, no permitas nos hundamos en los afanes de este mundo, sino permítenos elevarnos contigo hasta la presencia de Dios, nuestro Padre.

Que tu Espíritu Santo nos guarde en la unidad, con el vínculo del amor, y que venzamos las asechanzas del pecado, que nos arrastra por el suelo y no nos permite elevarnos contigo a lo alto.

Un monje


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