miércoles, 2 de diciembre de 2009

El banquete del Señor


El Isaías profetizó que, en aquel día, el Señor preparará, para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera.
De hecho, cuando llegó aquel día, el Señor Jesús subió a un monte, junto al lago de Galilea, y compadecido de la multitud que buscaba en él una salvación temporal, los dio de comer, con sólo siete panes y dos peces.
La Divina Liturgia, a su vez, nos invita a esperar aquel día futuro, en el cual nos encontramos con el Señor, como si de un gozoso banquete se tratara: Señor y Dios nuestro, prepara tú nuestros corazones con la fuerza de tu Espíritu para que cuando llegue Jesucristo, tu Hijo, nos encuentre dignos de sentarnos a su mesa y él mismo nos sirva en el festín eterno.
San Bernardo, predicando a sus monjes durante el Adviento (sermón 5), les invitaba a saborear la Palabra de Dios, como el más preciado manjar, a fin de prepararse para la llegada del Señor:
Guarda la Palabra de Dios, como si fuese la mejor manera de conservar tus víveres naturales, porque la Palabra de Dios es el pan vivo, el alimento del espíritu. El pan material, mientras queda en el armario, puede ser robado; lo pueden roer los ratones e incluso puede echarse a perder. Pero, si lo hubieres comido, ¿temerás todo esto? Guarda así la Palabra de Dios: Dichosos los que la guardan. Métela en las entrañas de tu alma; que la asimilen tus afectos y tus costumbres. Como a gusto, y tu alma saboreará manjares sustanciosos. No te olvides de comer tu pan, y tu alma se saciará con enjundia y manteca. Si guardas así la Palabra de Dios, ella te guardará a ti sin duda alguna.

No hay comentarios:

Publicar un comentario